“Es la economía, estúpido”, supo decir alguna vez Bill Clinton en el marco de un debate que fue decisivo para que lograra llegar a ser presidente de Estados Unidos.
Bien lejos de ese país, es la frase que parece englobar todas las explicaciones a la derrota feroz que sufrió el macrismo este domingo.
Es una simplificación extrema, ciertamente, pero en la Argentina, como se sabe, la gente vota con el bolsillo, no con la cabeza. Es una frase descriptiva, no valorativa. Cada quien hace lo que le plazca.
Anoche, muchos buceaban en su memoria buscando encontrar alguna referencia de una elección similar a la acaecida en las últimas horas. Nadie logró encontrar una paliza semejante.
A partir de ahora, se abre un abanico de interrogantes: ¿Qué hará Mauricio Macri este lunes? ¿Cambiará a algún ministro de su gabinete? ¿Dejará todo como hasta ahora? ¿Quién se hará cargo de la derrota?
No son las únicas preguntas: también hay un mar de incertidumbre respecto de los mercados. ¿A cuánto abrirá el dólar? ¿Qué pasará con el Riesgo País? Se sabrá en un rato nomás.
Por su parte, en el gobierno las dudas pasan por otro lado: ¿Se podrá revertir el resultado cuando lleguen las elecciones generales?
La respuesta es puro pesimismo: el oficialismo sabe que es casi imposible. Porque, si existe un 47% de personas dispuestas a votar al kirchnerismo, ¿no es lo que harán el próximo 27 de octubre? Si así fuera, Alberto y Cristina ganarían en primera vuelta.
Es un número esquivo para el macrismo, que no lograría siquiera rozarlo aunque sumara para esa fecha los votos de José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión y Roberto Lavagna.
Existe una leve esperanza respecto de la provincia de Buenos Aires, porque hay cerca de 3 millones de personas que no fueron a votar... pero tampoco alcanza.
Como sea, la derrota no solo ha sido para Macri, sino también para los encuestadores. Todos. Ni uno solo logró predecir los resultados de las PASO. ¿Cómo volver de semejante papelón?
Para el presidente debería ser toda una lección, que le permita recapitular respecto de algunas de sus decisiones de gobierno. La soberbia fue su principal enemiga, desde su primer día como jefe de Estado. Y fue parte de la construcción de su lento fracaso.
Hay una anécdota que explica claramente este último factor. Fue revelada oportunamente a este cronista por dos economistas de gran renombre, ambos mediáticos.
Apenas conocidos los resultados de la victoria de Macri, en 2015, hubo una reunión secreta en la cual participaron media docena de especialistas, de los más encumbrados del país. Allí decidieron elaborar un “instructivo” para sacar a la Argentina de la crisis que habían dejado los Kirchner. Terminó siendo un libro tan voluminoso como didáctico.
Cuando fueron a entregárselo al entonces electo presidente, este sostuvo que no lo necesitaba, que sabía lo que debía hacer. Y lo rechazó.
Es una anécdota, desde ya, pero engloba lo que fue el gobierno de Macri, al menos en sus comienzos. Abocado exclusivamente a escuchar a un minúsculo grupo de asesores, demasiado confiado en que la economía se recompondría sola, gracias a una “lluvia de inversiones” que jamás llegaría. Estaba encerrado en su propia burbuja.
Carlos Melconián, amigo personal del presidente, supo decirlo una y otra vez, con precisión de cirujano: "Yo estaba dentro de los que creían que lluvia de dólares no iba a haber. Mi sugerencia al Presidente era que 2016 daba negativo. Frente al conflicto fiscal endógeno que dejaron y que empeoraba, mi diagnóstico era que no habría lluvia de inversiones sino recesión para 2016", sostuvo entonces.
Finalmente, Macri decidió abrir su universo a otras voces, pero ya fue tarde para entonces. Ahora, al mandatario solo le resta masticar la bronca, a sabiendas de que será casi imposible revertir lo ocurrido este domingo.
De todos modos, no será lo peor que le tocará enfrentar: el kirchnerismo está decidido a investigar una supuesta manipulación ocurrida en 2015, que le habría permitido al macrismo vencer electoralmente a Daniel Scioli.
Es parte de una trama que escandalizó a EEUU y Gran Bretaña, donde se reveló que la empresa Cambridge Analytica (CA), ex consultora de campaña de Donald Trump, usó información obtenida indebidamente —incluidos los "me gusta"— de unos 50 millones de usuarios de Facebook para tratar de influenciar los comicios norteamericanos.
A su vez, la misma firma está acusada de recopilar datos personales con el fin de organizar "campañas sucias" en diferentes países. Lo curioso es que uno de ellos sería la Argentina.
Ello surge de un documental que emite en estas horas Netflix, donde aparece el vínculo de CA con América Latina, que se remontaría a los tiempos menemistas cuando su CEO Alexander Nix se instaló en Argentina y registró una sede corporativa en Buenos Aires bajo el nombre de Strategic Communication Laboratories (SCL), en la calle Arenales 941.
Hay un tramo del video donde se puede observar un revelador intercambio entre Damian Collins, integrante de la Comisión de Asuntos Digitales del parlamento británico y el referido Alexander Nix. Allí se habla justamente sobre la Argentina.
DC: ¿Trabajó en Argentina?
AN: Sí, trabajamos en Argentina.
DC: Estoy viendo una nota que alguien compartió conmigo de una reunión del grupo SCL (la empresa madre de Cambridge Analytica) del 27 de mayo, donde hay una nota que dice: «Campaña antikirchnerista presentada al tomador de decisiones, esperando devolución».
AN: Correcto.
DC: Pero para ser claro. Las reuniones giraban alrededor de esa premisa, que era una campaña antikirchnerista, entonces estaban trabajando para un partido de la oposición u otra persona interesada en influenciar la política en Argentina, que no estaba apoyando al Gobierno.
AN: Esa sería la apariencia.
Lo que viene, como puede verse, será para alquilar balcones.