Intentar seguir los vericuetos de lo que ocurre en estos días en torno a Papel Prensa no es nada sencillo: para la gente más grande, es un capítulo de la historia argentina que someramente recuerdan; para los más jóvenes, directamente es información nueva. Al mismo tiempo, al tratar de aggiornarse a través de los medios de comunicación, la mirada que aparece es sesgada de acuerdo a los intereses que aparecen detrás de cada uno de ellos.
Es obvio que los medios afines al kirchnerismo insistirán en la falacia de que la empresa fue adquirida bajo tortura a Lidia Papaleo, lo cual se demostró vergonzosamente falso. Tampoco hablarán jamás de la participación del grupo Montoneros en la trama de marras, lo cual es necesario a la hora de entender los apuros de la viuda de David Graiver para deshacerse de la empresa.
Los medios críticos, a su vez, negarán toda negociación con la dictadura militar, intentado mostrar una historia realmente “naif”, la cual, si bien no posee la gravedad argumentada por el Gobierno, tampoco es inocente.
Antes que nada, hay que admitir —por más que le pese a quien le pese— que Graiver no era más que un banquero sin escrúpulos que ayudaba a blanquear dinero “a cualquier postor”. Es en ese marco donde hay que ubicarlo, como uno de los más importantes operadores financieros de Montoneros.
En tal sentido, parte del dinero cobrado por el secuestro de los hermanos Born —que distan de alcanzar los 60 millones de dólares, como siempre se sostiene—, ha sido el que utilizó el banquero para llevar adelante muchas de sus inversiones, a través triangulaciones de cuentas foráneas, principalmente en bancos de Bélgica.
Luego de la dudosa muerte de Graiver, supuestamente a raíz de la caída del avión que lo llevaba a México (1), su esposa recibió duras amenazas por parte de Montoneros para que le fueran devueltos esos mismos billetes.
Aunque hoy diga lo contrario, Lidia Papaleo vendió Papel Prensa por esas coacciones: el hecho está documentado y hasta fue admitido oportunamente por la viuda.
Hoy, alineada al kirchnerismo junto a su hermano, Osvaldo Papaleo, cuenta una trama totalmente diferente, pero la historia misma desmiente sus dichos, al igual que dos voluminosos expedientes judiciales.
Sería interesante que alguien explicara por qué los hermanos Papaleo, que gustan denostar a la dictadura —con sólidos argumentos, desde ya— callan a la hora de hablar sobre la relación de Graiver con Montoneros. El mismo sospechoso silencio ostenta el kirchnerismo.
Mal que le pese a estos, la cercanía de Graiver con esa repudiable agrupación está documentada, lo mismo que la cercanía del banquero con el servicio de inteligencia israelí, el Mossad.
Como sea, el mero hecho de manipular la historia, la realidad y el pasado, es repudiable, sobre todo cuando se hace en pos de lograr dudosos objetivos. Ha quedado en evidencia que la embestida sobre Papel Prensa no es más que un intento por golpear al grupo Clarín a través de la exacerbación de uno de los tópicos más sensibles de la sociedad, la dictadura militar.
No es la primera vez que el kirchnerismo manipula el pasado para mostrar un progresismo que no posee, pero sí la más grave, ya que por primera vez fue la propia Presidenta de la Nación quien se atrevió a mentir públicamente para lograr esa meta.
Sin embargo, el gran artífice es Néstor, su marido, quien prometió hace pocos meses, ante un grupo de referentes alineados al oficialismo, que antes de fin de año pondría a Héctor Magnetto, CEO de Clarín, tras las rejas.
Lamentablemente, ese es el gran lema del kirchnerismo: hay que lograr los resultados sin que importen los medios. Se plantean los objetivos y después se ve de qué manera se logran.
Así ha ocurrido con la Ley de Medios, la reforma al Consejo de la Magistratura, el aumento de las retenciones al campo y tantas otras movidas que se llevaron adelante. Siempre la desprolijidad fue el factor común y ha sido proporcional al costo político negativo de los Kirchner.
Concluyendo
No puede negarse que en los años 70 existió una suerte de pacto entre la dictadura y los diarios Clarín y La Nación para que no se denunciaran las desapariciones de personas a manos de los asesinos militares, pero eso dista —y mucho— de las proclamadas “torturas” y coacciones físicas para obligar a firmar documento alguno.
El intento oficial de forzar el pasado, ha servido en algún momento a los intereses del Gobierno, pero la sociedad ya no cae más en esa trampa. Por caso, diario Perfil publicó en el día de la fecha una encuesta realizada en Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, donde queda plasmado que, para la mayoría de los entrevistados, el avance oficial sobre Papel Prensa es en realidad un intento de los Kirchner por lograr “el control informativo” vernáculo.
Finalmente, hay que destacar que no se trata de una pelea entre buenos y malos; ambos contendientes son condenables. Evidentemente, el kirchnerismo es mucho peor que el grupo Clarín, pero jamás debe olvidarse el daño que esa misma empresa ha hecho al país —y esencialmente al propio periodismo— por sus acuerdos espurios con diversos referentes de dudosa reputación.
Si hoy el Gobierno siguiera alineado con Clarín, como lo hizo hasta el año 2008, jamás veríamos las explosivas tapas que hoy ilustran al “gran diario argentino”. No se conocerían los negociados que hoy denuncia ese matutino, ni se hablaría de “ataques a la prensa”, algo que ya existía —este medio lo ha sufrido en carne propia— mucho antes de que los Kirchner rompieran lanzas con Clarín.
Es bien cierto que debe condenarse el avasallamiento que hoy se hace contra ese grupo —repudiable aunque le ocurriera al oficialista Sergio Szpolski—, pero nunca se debe dejar de tener presente, siquiera por un momento, el terrible monstruo que representa el grupo Clarín.
Christian Sanz
(1) La aparición de documentos con su firma, en transacciones hechas en Estados Unidos posteriormente a su fallecimiento, entre otros indicios, hacen dudar de la muerte real de Graiver.